domingo, noviembre 29, 2015

Algo no cierra

Hasta la llegada de Einstein, según la física clásica, el espacio y el tiempo eran independientes y absolutos, es decir, el espacio era el mismo en todos los sitios y el tiempo transcurría igual en cualquier lugar. El espacio y el tiempo dejan de ser absolutos para depender de la velocidad a la que se mueven las cosas. 
En 1905, Einstein publicó cuatro artículos fundamentales en el mundo de la física. En uno de ellos sentó las bases de la Relatividad Especial, con la que postuló que, en el vacío, la velocidad de la luz es constante (300.000 kilómetros por segundo), un límite cósmico que nada ni nadie puede superar.
Y partiendo de esa premisa, con el tiempo y el espacio pasan cosas extrañas cuando nos acercamos a la velocidad de la luz: El tiempo pasa más despacio y el espacio se contrae.
Aunque las leyes de Newton supusieron una extraordinaria revolución tecnológica ni él ni los que le sucedieron supieron explicar cómo funcionaba la gravedad.
La disonancia entre Newton y Einstein reside en que, para el primero, la fuerza de la gravedad afecta a los objetos de forma instantánea -cuando tiramos un pelota al suelo cae inmediatamente-, pero con ello se saltaba el límite de la velocidad de la luz.
Según la gravitación de Newton, si el Sol desapareciese de repente, los planetas saldrían inmediatamente disparados de su órbita. Sin embargo, Einstein sabía que la luz del Sol tarda ocho minutos en recorrer la distancia que le separa de la Tierra, eso significa que seguiríamos viendo su luz durante ese lapso ¿Cómo era posible, entonces, que el planeta se saliera de su órbita antes de quedar a oscuras?.
Buscando respuesta a esa pregunta, Einstein construyó un modelo en el que la gravedad no sería instantánea, sino que viajaría exactamente a la velocidad de la luz. Pero fue más allá. El espacio y el tiempo, hasta entonces independientes, Einstein los unifica en el tejido espacio-tiempo, donde la gravedad no sería una fuerza en sí, sino el resultado de la deformación de ese tejido por la presencia de objetos celestes.